Hoy 3 de noviembre de 2015 se cumplen seis años desde que llegó el primer tractor para iniciar las obras en la carretera GC-200, la terrorífica carretera de La Aldea, o para algunos del “Andén Verde”, ese tramo que discurre colgado verticalmente sobre la ladera a más de 300 metros de vértigo sobre ese sonoro Atlántico al que cantaba el poeta moyense Tomás Morales.
Seis años en los que como aquel baile de la yenka, se da un paso para adelante y dos hacia atrás. Seis años en los que no se ha llegado ni a realizar ni la mitad de las obras de la primera fase, se dice que podría finalizar a finales de 2016 o principios de 2017, lo que equivale según las experiencias vividas hasta el año 2020, para no equivocarnos.
Y falta la segunda fase, de Agaete hasta El Risco, de la que poco se sabe hasta ahora.
El presupuesto inicial para todo el trayecto completo se cifraba en 80/85 millones de euros. Con este gran retraso se maneja un incremento hasta los 150 millones, de momento.
En este tiempo hemos visto desfilar por la carretera aldeana a todo tipo de políticos, los de antes y los de ahora, los del gobierno de la meseta y los del gobierno de San Borondón, porque ellos mismos andan tan perdidos que en algún momento no saben ni dónde están, real y vivido en primera persona.
Todos se han fotografiado muy aparentes con el casco de obra, todos han prometido ¡todos han mentido! porque en tiempo electoral cualquier promesa es válida para enseñar los dientes en la foto.
Aunque parezca increíble, la carretera de La Aldea se ha utilizado como munición en las guerrillas políticas de unos y otros partidos. La falta de vergüenza y de ética no conoce límites, ni en el plano insular, ni el regional ni el nacional.
Mientras los aldeanos, trabajadores, turistas y demás humanos y humanoides usuarios de la ruta del terror, la carretera GC-200, se juegan su vida con los desprendimientos que ocasionan las lluvias, con el calor que dilata las rocas y se echan a rodar ladera abajo, ídem porque el frío las contrae, ídem porque el viento las desequilibra, y así hasta incluir el ciclópeo eructo de algún mahometano satisfecho de su digestión en ruta.
La lluvia de piedras, de rocas, teniques, etc, de diverso tamaño, no conoce circunstancia predeterminada, puede acabar con la vida de cualquier usuario en cualquier momento, y ya son varias las cruces de muertos que en el borde la carretera nos recuerdan los fallecidos.
Pero a nadie le importa, nadie se conmueve, el norte de Gran Canaria es el gran olvidado, La Aldea y sus habitantes pueden morir aislados dentro de su isla, que los políticos, los funcionarios de la burocracia, siguen enredando con los presupuestos, jugando con la vida de sus vecinos.
Unos políticos, los nuevos tan honrados y renovadores, que se han subido el sueldo y en el Gobierno Canario han aumentado en un 2% el presupuesto destinado a personal, sin ningún argumento que lo justifique. Pero el presupuesto de la carretera aldeana se discute, se mide, se pesa, se utiliza como trueque para otras obras en la isla, e incluso en otras islas del archipiélago. La falta de vergüenza no tiene límites en los vividores de la política: los que se fueron, los que están ahora y los que volverán, entre ellos muchos repetidores amarrados a la vital teta económica.
Mientras sucede todo esto, hay perroflautas y colectivos ad hoc que se desgañitan, se rasgan las vestiduras, porque los de Tejeda quieren iluminar el Roque Bentayga cuando les venga en gana, porque la iluminación del Puente del Rincón molesta a las pardelas y pajarracos destructivos… y así un largo de aberraciones, pero sin abrir la boca para ofrecer seguridad y proporcionar calidad de vida a sus hermanos de La Aldea. Por lo visto, éstos tienen menos valor que un pájaro bobo o un mato innombrable al que si pisas te puede caer una gorda, una multa gorda, quiero decir.
La carretera de La Aldea es como una película de suspense y terror sin límites. El rodaje empezó hace seis años, pero nadie sabe cuándo ni cómo va a terminar. Y es que el guión se va improvisando día a día, se va alargando a medida que caen las piedras, rocas y teniques que las mallas no son capaces de contener, porque los ingenieros que las proyectaron no se molestaron en efectuar elementales cálculos de resistencia sobre los inmensos roquedales amenazantes y colgantes sobre el vacío, es decir, sobre la cabeza de los cristianos e infieles diversos.
La carretera de La Aldea es la vergüenza del siglo XXI, y también lo fue del siglo XX, porque dos aldeanos ocuparon cargos de máxima importancia y no movieron un dedo por sus paisanos. Son María Eugenia Márquez, presidenta del Cabildo de Gran Canaria (1999-2003) y Román Rodríguez, en el mismo periodo presidente del Gobierno de Canarias. Coincidiendo dos hijos de La Aldea en el mandato de los dos máximos órganos de gobierno, no fueron capaces de mover un dedo por sus paisanos, por el lejano pueblo que les vio nacer. Pues que su dios -si es que lo tienen- se lo premie.
Afortunadamente la desvergüenza política no es contagiosa, y bajo el nombre de “Foro Aldeano” sigue luchando un grupo de patriotas amantes de su pueblo que, una vez más, se han manifestado para dejarse oír, y a mediodía de este cálido y soleado martes 3 de noviembre, han lanzado sus reivindicaciones desde la céntrica y capitalina calle de Triana. Una acción que querían materializar haciendo un desfile alusivo con un tractor de obra. Artilugio que, misteriosamente, esta mañana no pudo ponerse en marcha. Hay quien piensa, y creo no va descaminado, que hubo una mano interesada -por supuesto de la política- para que esa imagen no fuera noticia en los medios regionales y nacionales.
Al fin y al cabo, una pancarta y un megáfono es el pan nuestro de cada día en esta sociedad del descontento permanente, pero un tractor en la principal calle peatonal de la isla, ya era demasiado…
La película de la carretera del terror aldeano se sigue rodando día a día, se abre al tráfico ahora y después se cierra, según llueve, según caliente al sol, según caen piedras sobre las cabezas de los cristianos o infieles, da lo mismo su creencia, porque no llegan ni a la categoría de pardelas para que los ecologistas los incluyan en sus elementos a conservar, e incluso no molestar.
Bueno, si yo tuviera que transitar con frecuencia por la ruta del terror, me convertiría en “adelfillo piloso” o en “bejeque rojo” para buscar la protección de los ecologetas. Porque, como simple conductor, viviría bajo la perenne amenaza de convertirme en “carne procesada” a golpe de pedrusco, tenique o tenicazo.
A los héroes del “Foro Aldeano” no cabe la ironía de desearles “feliz cumpleaños”, aunque por desgracia si me temo que van a cumplir muchos más en su lucha.
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