Suele ocurrir que algunos genios tienen manías congénitas y que para ellos resultan inevitables. En el caso de Luis Monzón esta característica personal afecta a cambiar de planes y de opinión de un día para otro, e incluso varias veces al día. La última ocurrencia que nos parecía tener una cierta solidez fue la de anunciar su retirada, incluso a través de comunicado oficial. Pues nada de nada: stop, freno y marcha atrás. Como deportista se puede aceptar esta volubilidad, aunque sea más propia de un piloto novel y no de alguien que lleva casi treinta años en las competiciones del motor. Pero donde resulta inaceptable es un faceta de hombre de empresa y responsable de la prueba deportiva más importante de Canarias y la segunda de España. Esta actitud resta credibilidad, sobre todo ante interlocutores europeos y de otras nacionalidades que en sus estrictas éticas profesionales no pueden entender, y mucho menos aceptar eso tan canario de “donde dije digo, digo diego...Pues eso.